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jueves, 26 de abril de 2012

La importancia del juego


Algunos padres comentan con preocupación que su hijo solo se dedica a jugar durante todo el día. “Parece que está en otro mundo, en el que solo existen sus juguetes y muñecos”. En cierta forma es verdad, está en otro mundo. El pediatra y psicoanalista Donald Winnicott explica que el juego se desarrolla en una zona intermedia entre el mundo interno del niño y el mundo exterior.
El juego es parte imprescindible de la vida del niño. Es la expresión natural a través de la cual conocen el mundo y aprenden nuevas habilidades. Les permite desarrollar su imaginación y la capacidad para simbolizar. Es además, el lenguaje que utilizan para expresar las fantasías, los deseos y todas las experiencias que viven cotidianamente. La expresión verbal es la vía principal por la que los adultos logran entender y resolver sus dificultades, pero los niños generalmente expresan su malestar de otras maneras, que a veces  se pasan por alto, como es el caso del juego o la expresión gráfica.
Por ello, el juego es una herramienta útil para entrar en el mundo infantil y conocer sus preocupaciones y dificultades, así como sus fantasías e intereses. La terapia de juego se centra en analizar el proceso lúdico del niño, acompañándolo y ayudándolo a entender lo que le sucede. Mediante la representación de situaciones y la personificación de diferentes roles, los niños elaboran aquellas situaciones difíciles que pueden enfrentar, como la separación de los padres, los temores o las enfermedades. Por ello es vital brindarles el espacio para jugar, para crear personajes que puedan vivir lo que ellos están sintiendo o experimentando.
Es a través de la fantasía del juego que los niños pueden ensayar una y otra vez diferentes soluciones a una determinada situación y resolver sus dificultades. Por eso mismo, resulta preocupante cuando un niño no juega o lo hace de manera repetitiva y rígida, sin acceder a la capacidad simbólica. Cuando esto ocurre, el principal objetivo de la terapia es ayudarlo a desarrollar su capacidad para jugar, brindándole un espacio seguro para organizar su juego y a través de él,  expresarse libremente.
Un niño que es capaz de jugar es un niño saludable, y si además logra expresar en su juego todo aquello que está viviendo en la realidad, está trabajando en su recuperación emocional.

*Publicado el jueves 26 de abril de 2012 en El Comercio.