Criar hijos no es nada
fácil. Se aprende en el camino, se cometen aciertos y errores pero si hay algo
que comparten todos los padres es el interés en brindar la mejor educación
posible a sus pequeños. Esto, por supuesto, va más allá de matricularlo en un
buen colegio. Instruirlos como personas de bien requiere de un trabajo
constante. Las reglas y la disciplina que asimilarán, así como los valores y
los principios que guiarán su conducta durante la vida dependerán de lo que
aprendan dentro de su familia.
Así de importante es la
familia. El entorno en el que un niño se cría será su referente, sea cual sea el
que le toque. Por supuesto, no podemos juzgar a los demás; aunque hay algunos
grupos familiares más funcionales que otros, ninguna familia es perfecta. Cada una
tiene sus propias características, modos de interactuar y costumbres. Estos aspectos
particulares moldearán a los niños en su desarrollo y probablemente se transferirán
a las siguientes generaciones.
Por ello, es importante ser
conscientes de lo que se trasmite silenciosamente en el día a día. ¿Cuántas
veces se escucha a padres quejarse de algún hábito de su hijo o hija sin caer
en la cuenta de que es una conducta común en ellos mismos u otros familiares?
Los hijos aprenden de los
padres a través del ejemplo. Si se ha estado presente siempre como padres, los
hijos estarán ahí cuando los primeros envejezcan. Si los padres se dieron el
tiempo de compartir momentos de calidad con los hijos, estos aprenderán a
hacerlo con ellos y con la familia que formen en el futuro.
Cuando los hijos crecen y se
van a vivir solos o se establecen con una familia propia, algunos se mantienen
en contacto constante y se reúnen frecuentemente con sus padres y familiares; mientras
en otros casos, permanecen distantes y pueden pasar muchos días sin saber unos
de otros. ¿De qué depende esto?
Se cosecha lo que se
siembra. Si se han construido vínculos sólidos basados en el afecto, la
preocupación por el otro y se ha incentivado la necesidad de compartir el
tiempo con la familia, lo más probable es que los hijos lo asimilen y lo
demuestren devolviendo el mismo cariño e interés en su familia.
No se le puede pedir peras
al olmo dice el dicho popular y esto puede aplicarse también a las relaciones
familiares. Si desea enseñarles a sus hijos la importancia de pasar el tiempo
con sus seres queridos, póngalo usted en práctica constantemente. Aproveche
todas las ocasiones para reunirse con la familia y establezca sus propias
costumbres y tradiciones. Siembre ahora.
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