El divorcio es una de las
situaciones más estresantes que puede atravesar una familia y los niños son
usualmente los más vulnerables, ya que no tienen ningún control de lo que
ocurre y sus recursos personales son aún limitados. El lenguaje está todavía en
proceso de desarrollo y ello dificulta que logren expresar las emociones que
están experimentando. Generalmente sus conductas son las que muestran su
fastidio y preocupación. Es común que presenten algunos síntomas que expresen la
tensión por la que están pasando como cambios de conducta y de ánimo, temores,
sensación de pérdida y tristeza. Pueden temer ser abandonados o sentirse
responsables por la separación de sus padres. Los más pequeños tienden a
manifestar conductas regresivas como volver a mojar la cama o usar chupón. También
es probable que manifiesten irritabilidad, rabietas, trastornos de sueño y
apetito, ansiedad de separación, dolores de cabeza y barriga, entre otros. Es
crucial estar atento a cualquier cambio en el comportamiento. No obstante, las
reacciones de los niños ante el divorcio variarán de acuerdo a las
características propias de cada uno, la actitud de los padres, la calidad del
vínculo con los hijos y manejo del divorcio. Recuerde que el conflicto trae más
dificultades que el divorcio en sí mismo.
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