
lunes, 16 de septiembre de 2013
Los niños y el divorcio

viernes, 6 de septiembre de 2013
Presión social y trastornos alimenticios

Una imagen vale más que mil
palabras dice el dicho y la apariencia parece importar más que el interior de
las personas en la actualidad. En la sociedad occidental, los patrones de
belleza son rígidos y estereotipados. Basta hojear cualquier revista, ingresar
a internet o ver la televisión para ser conscientes que hay un tipo de belleza
que se privilegia sobre las demás. La delgadez, la estilización y las facciones
perfectas (cirugías de por medio generalmente) se repiten una y otra vez en la
pantalla.
No hay espacio para la
diferencia, la originalidad o la imperfección en el mundo actual. Todos aspiran
a alcanzar los patrones ideales y ello afecta principalmente a los adolescentes
que están lidiando con cambios físicos y emocionales profundos. Se sienten
inseguros de su apariencia, temen no ser aceptados. Tener el cuerpo ideal es
sinónimo de éxito social, y en muchos casos, están dispuestos a recurrir a
cualquier sacrificio para lograrlo.
Ello es lo que explica que
gran cantidad de muchachas se sometan a dietas estrictas y se obsesionen con su
peso corporal. No todas desarrollarán desórdenes alimenticios, ello dependerá
de diversos factores genéticos, personales y familiares; pero la presión social
que ejercen los medios de comunicación puede volverse el detonante principal
para las más vulnerables.
Las páginas web que brindan
trucos para ceñirse a dietas estrictas, controlar lo que comen y purgarse,
reflejan cuán extendida y desesperada es la búsqueda por lograr la meta del
cuerpo perfecto aunque sea a costa del bienestar físico y emocional. La presión
del grupo puede influir en el ingreso a estas páginas. Si todas lo hacen, ellas
también deben hacerlo.
Tal vez se pregunte cómo es
posible que atenten contra su salud de esa manera. La respuesta puede estar relacionada
a las características del pensamiento adolescente que los lleva a centrarse en
sí mismos, vivir el momento y tener dificultades para adelantarse a las
posibles consecuencias de sus actos. Piensan que la enfermedad y la muerte es
algo que les ocurre a otros, no a ellos. Ser aceptados por sus pares y lograr
el éxito social son sus metas principales. La tarea de los padres y de la
sociedad es mostrarles la manera saludable para lograrlo.
Tener tino

martes, 3 de septiembre de 2013
Espacio de expresión
La niñez siempre se asocia
con una etapa idílica de juegos, sueños y fantasías. Una fase en la que todo es
diversión y no existen responsabilidades ni problemas; pero la niñez, como
cualquier otra etapa, viene también con dificultades, preocupaciones y temores.
No obstante, cuando los
niños viven en hogares funcionales en los que se ha construido un vínculo de
apego seguro, la comunicación entre padres e hijos es fluida y la contención
emocional es adecuada; las crisis de desarrollo típicas de la infancia serán
atendidas y minimizadas. En un clima de afecto y confianza es posible hablar si
se presenta un problema.
Lamentablemente, en otros
hogares ser niño no es nada fácil y las vivencias diarias de algunos se alejan
muchísimo de lo requerido para un desarrollo emocional saludable. El maltrato
emocional y físico, la negligencia e incluso la violencia sexual, pueden ser
parte de la vida cotidiana de un grupo de niños.
¿Cómo lidiar con algo así?
¿Cómo entender que tus propios padres o familia te maltraten? ¿Cómo hablar de
lo que ocurre en la escuela? La situación de estos niños es delicada ya que
dependen completamente de esos padres que los tratan mal o que están tan
alejados emocionalmente de ellos que no se dan cuenta de lo que les ocurre
dentro o fuera de casa. Unido a ello, el temor a hablar de algo que avergüenza
o que puede traer consecuencias negativas como perder el cariño de los padres o
perjudicar a su familia de alguna forma, también está presente.
Sin embargo, la necesidad de
expresar lo vivido es urgente. Para ello se requiere de un espacio en el que
puedan confiar, con adultos que le brinden seguridad y soporte emocional. Esto
es lo que puede ofrecer un proceso psicoterapéutico pero para eso, es necesario
que los padres detecten algún malestar en el niño y se preocupen por buscar la
ayuda necesaria.
¿Y quién socorre a los niños
que tienen problemas que no se atreven a contar a sus padres o que son fruto de
la relación con estos? Un espacio de escucha gratuito como el que ofrece el
Teléfono de Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo (ANAR) les da la posibilidad
a esos niños de expresar sus dificultades, hablar de sus vivencias y recibir
una contención emocional momentánea. Además les brinda algunas herramientas
para afrontar sus problemas y buscar salidas adecuadas a sus recursos. Para
todos esos niños que sienten que nadie los escucha, una llamada a este teléfono
puede hacer la diferencia.
Etiquetas:
ANAR,
comunicación,
dificultades en el hogar,
espacio de expresión,
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familia,
niñez,
relación padres e hijos,
vínculo
Celos entre hermanos
Los celos son esa experiencia subjetiva de malestar
y frustración que se desencadena cuando una persona se siente en peligro de
perder el cariño de alguien; o cuando percibe, con fundamentos reales o
irreales, que no es el favorito de la persona amada. Todas las personas han
sentido aquella sensación en algún momento de su vida.

Existen diferentes factores que contribuyen a la
aparición de los celos. La etapa evolutiva que atraviesan los niños, el estilo de
crianza de los padres o incluso el temperamento particular de cada hijo.
Los más pequeños pueden tener más dificultades para
lidiar con su fastidio cuando nace un hermano y tenderán a expresarlo mediante
diversas conductas como llanto, terquedad o el retroceso en algunos logros; los
niños más grandes generalmente tienen más posibilidades de modular sus celos y
expresar lo que sienten.
Los padres podrían fomentar los celos si hacen
preferencias entre los hijos. Sin embargo, cuando esto no ocurre, es probable que
los celos sean el resultado de la percepción subjetiva del niño por una mayor
necesidad de atención o inseguridad en relación al cariño de los padres.
Sea cual sea el motivo de los celos, siempre causan
malestar en los niños y es necesario brindarles ayuda para superarlos. Intente
averiguar qué los está motivando. Tenga en cuenta la historia del niño, la
situación familiar, si han aparecido recientemente o si responden a modos de
interacción cotidiana del niño.
Es imprescindible ayudarlo a elaborar sus
sentimientos y darle seguridad en el vínculo con los padres. Debe saber que se
le quiere incondicionalmente. Si es pequeño, ayúdelo a poner en palabras sus
sentimientos.
Algunas pautas útiles son: sea cuidadoso en
equilibrar la atención a cada hijo pero también explíqueles por qué se hacen
diferencias en algunos casos. Refuerce las conductas positivas e ignore las
conductas inadecuadas. Fomente las actividades en familia y enséñeles a tratar
bien a sus hermanos. Evite las comparaciones entre ellos. Fomente momentos para
compartir todos pero también dedique algunos momentos de exclusividad a cada uno.
No olvide que, finalmente, cada niño es diferente y tiene necesidades
particulares.
Se cosecha lo que se siembra

Así de importante es la
familia. El entorno en el que un niño se cría será su referente, sea cual sea el
que le toque. Por supuesto, no podemos juzgar a los demás; aunque hay algunos
grupos familiares más funcionales que otros, ninguna familia es perfecta. Cada una
tiene sus propias características, modos de interactuar y costumbres. Estos aspectos
particulares moldearán a los niños en su desarrollo y probablemente se transferirán
a las siguientes generaciones.
Por ello, es importante ser
conscientes de lo que se trasmite silenciosamente en el día a día. ¿Cuántas
veces se escucha a padres quejarse de algún hábito de su hijo o hija sin caer
en la cuenta de que es una conducta común en ellos mismos u otros familiares?
Los hijos aprenden de los
padres a través del ejemplo. Si se ha estado presente siempre como padres, los
hijos estarán ahí cuando los primeros envejezcan. Si los padres se dieron el
tiempo de compartir momentos de calidad con los hijos, estos aprenderán a
hacerlo con ellos y con la familia que formen en el futuro.
Cuando los hijos crecen y se
van a vivir solos o se establecen con una familia propia, algunos se mantienen
en contacto constante y se reúnen frecuentemente con sus padres y familiares; mientras
en otros casos, permanecen distantes y pueden pasar muchos días sin saber unos
de otros. ¿De qué depende esto?
Se cosecha lo que se
siembra. Si se han construido vínculos sólidos basados en el afecto, la
preocupación por el otro y se ha incentivado la necesidad de compartir el
tiempo con la familia, lo más probable es que los hijos lo asimilen y lo
demuestren devolviendo el mismo cariño e interés en su familia.
No se le puede pedir peras
al olmo dice el dicho popular y esto puede aplicarse también a las relaciones
familiares. Si desea enseñarles a sus hijos la importancia de pasar el tiempo
con sus seres queridos, póngalo usted en práctica constantemente. Aproveche
todas las ocasiones para reunirse con la familia y establezca sus propias
costumbres y tradiciones. Siembre ahora.
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