Todos hemos vivido diversas experiencias que han
marcado nuestras vidas. Algunas de estas vivencias pueden haber sido malas,
otras buenas pero lo cierto es que cada una de ellas ha influido de forma
determinante en la manera de actuar, interpretar y entender la realidad que nos
rodea; y han contribuido a formar la persona que somos ahora con todas nuestras
características. No es fácil percatarse de esta influencia. Toma un tiempo
largo analizar nuestra personalidad con todos sus matices, particularidades y
complejidades; y es probable que nunca acabemos de hacerlo. Sin embargo, ese
proceso va a permitirnos realizar ciertos cambios que pueden ser sumamente
beneficiosos para nuestra vida. Por lo general arrastramos dificultades y
podemos colocarnos en situaciones que nos perjudican sin entender por qué no
logramos remontarlas. Algunas veces somos conscientes del daño que nos hacen
pero por algún motivo (generalmente inconsciente) se nos hace imposible
cambiar. Volvemos a repetir la historia amorosa fallida o nos encontramos nuevamente
en la misma situación laboral o financiera difícil. El cambio no es rápido ni
fácil. Toma tiempo, esfuerzo y gran valentía. Requiere salir de lo conocido
para intentar algo nuevo que nos permitirá crecer y descubrir otros aspectos
que no hubiéramos visto antes y que pueden mejorar nuestra vida.
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