Cuidar a un enfermo o
persona mayor es una tarea difícil que implica paciencia, resistencia y
constancia. Las personas que se encargan de un pariente con una dolencia
crónica están bajo un nivel de estrés permanente y tienden a dejar de lado su
vida personal, social y laboral. Diversos estudios señalan que la exigencia de
la tarea lleva al cuidador principal a experimentar varios problemas físicos y
emocionales. Se ha encontrado evidencia de mayores tasas de hipertensión,
cefaleas, alergias e incremento de glucosa, colesterol y triglicéridos. En el
aspecto psicológico los cuidadores suelen presentar trastornos de sueño,
síntomas de depresión, ansiedad, ira, desesperanza y preocupación por el
futuro. Por supuesto, no todos experimentarán dichas dificultades. Estas se
exteriorizarán en mayor medida cuando se presentan factores de riesgo como
asumir más tareas de las que se pueden manejar, no pedir o no aceptar ayuda de
otros, descuidar su bienestar físico y psicológico por cuidar al enfermo, entre
otras. A menudo las personas que cuidan a un familiar se muestran abatidas por sentirse
agobiadas y se creen egoístas por dedicarse a sus propias necesidades e
intereses pero ello es erróneo. Los cuidadores deben cuidarse a sí mismos para
tener la fuerza, la capacidad y la disposición para velar por su familiar satisfactoriamente.
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