Cuando una pareja decide
convivir o casarse, se produce un cambio en la relación con los amigos. Sin
embargo, esta variación no es equitativa para ambos sexos. A menudo los hombres
mantienen un vínculo fluido con sus pares y les dedican uno o dos días a la
semana, ya sea para hacer deporte, ir a un bar o simplemente pasar el rato. Las
mujeres por otro lado, tienden a enfocarse en el matrimonio y en las
actividades sociales en pareja y paulatinamente, van alejándose de sus amigas. Ello
por supuesto es un error porque pierden un espacio social importante, de
soporte emocional, afecto y confianza. Dada esta situación posiblemente las
mujeres vean a los amigos de él como intrusos, especialmente cuando estos siguen
apareciendo en la casa de la pareja a toda hora y sin avisar como cuando eran
solteros. Si bien esto puede ocurrir en ambos lados, las convenciones sociales
influyen en que sean más los amigos de él quienes lo hagan y además lo
fastidien con el estereotipado discurso del “saco largo” para convencerlo de alguna
actividad, lo que disgusta a las mujeres. La solución más democrática es que la
pareja establezca acuerdos y límites, sin olvidar que ambos deben dedicar un
tiempo a sus amistades por igual.
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