La violencia contra la mujer
dentro de una relación de pareja es un problema extendido en el Perú. Según la
Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) 2012 el
66,3% de las mujeres que tienen o han tenido una relación de pareja manifestó
que el esposo o compañero ejerció alguna forma de control sobre ellas, el 21,7%
expresó que habían experimentado situaciones de violencia verbal de parte de la
pareja como expresiones humillantes delante de otras personas, el 19,9%
declararon que el esposo o compañero las amenazó con irse de la casa o quitarle
a sus hijos o la ayuda económica y el 37,2% manifestaron que fueron víctimas de
violencia física y sexual por parte de su esposo o compañero.
Ello significa que entre el
20% y 60% de las mujeres es víctima de algún tipo de violencia, y por supuesto,
cabe la posibilidad de que estas cifras estén subvaloradas, si se toma en
cuenta que muchas veces el maltrato se calla.
La violencia dentro de la
pareja es un problema social grave que trae diversas consecuencias negativas de
diferente orden. En primer lugar la salud física y psicológica de la mujer es
afectada. No solo hay riesgo de daños somáticos irreparables o muerte como se
ve diariamente en las noticias. Si las víctimas tienen la suerte de sobrevivir,
quedan con secuelas emocionales severas que afectan diversos aspectos como la autoestima,
y con ello, su desempeño en diversos ámbitos como el social, laboral y
económico.
Ello por supuesto trae
pérdidas financieras que pueden cuantificarse pero examinar los datos desde los
costos empresariales resulta distante y frío aunque la intención sea que las
empresas tomen algún tipo de acción. Lamentablemente aún son pocas las empresas
que cumplen con todos los derechos de los trabajadores y muestran una verdadera
equidad de género dentro de sus políticas, por lo que sería necesario empezar
por sentar las bases de la igualdad de derechos.
Es necesario, por otro lado,
centrar los esfuerzos en los costos sociales que deja la violencia. Una familia
atrapada en el círculo de la violencia, con un padre maltratador y una madre
que no tiene los recursos para salir de esa situación, probablemente perpetúe y
trasmita la violencia a través de sus hijos e hijas quienes aprenderán a
ejercer la violencia o a soportarla como si fuera parte natural de sus vidas.
Ese es un costo elevadísimo que no puede ser secundario al económico.
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