La tecnología ha invadido
nuestra vida en muchos sentidos. Puede facilitarnos el trabajo y las actividades
de la vida diaria pero también ha cambiado la manera de interactuar de las
personas. Las redes sociales se han vuelto el escenario en el que se conoce
gente, se forman parejas y hasta se terminan relaciones. El mundo virtual plantea
una paradoja, podemos sentirnos muy lejos, y a la vez, muy cerca del otro. Los
límites se vuelven difusos en esta nueva realidad compartida (virtual) y ello
puede llevar a mostrar en ocasiones, más de lo que se quisiera bajo el amparo
de la “distancia” geográfica; y a la vez, animados por la “cercanía” emocional
que experimentamos en ese espacio. No obstante, es necesaria una cuota de
realidad física para consolidar un vínculo. Nuestros sentidos, aunque falibles,
permiten un contacto más directo con las personas, así como la posibilidad de corroborar
la atracción mutua, las intenciones reales del otro y la profundidad de la
relación. Si bien el uso de mensajes de texto y el chat ayudan a mantener un
contacto constante con la pareja, la relación puede verse afectada si solo nos
quedamos en el ámbito virtual y no construimos una intimidad física y emocional
en el mundo real.
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