
domingo, 22 de diciembre de 2013
Lero, lero

Festejos de fin de año
A pocos días de acabar el
año, la mayoría de personas empiezan a organizar los planes para despedir el
2013 y dar la bienvenida al nuevo año. Grandes y chicos se preparan para quemar
el muñeco, ver los fuegos artificiales, compartir una cena a medianoche o hacer
diversos ritos para que el 2014 traiga prosperidad y éxito en diferentes
aspectos.
Cada familia tiene sus
propias tradiciones para el 31 de diciembre. Algunos acostumbran hacer
diferentes cábalas como dar la vuelta a la manzana corriendo con una maleta en
la mano, comer lentejas, engullir doce uvas o llenarse los bolsillos de arroz.
Los niños y adolescentes suelen disfrutar de estas actividades en familia pero es
común que al llegar a cierta edad, deseen festejar el fin de año con amigos.
¿Qué hacer si los hijos
adolescentes prefieren celebrar fuera de casa? ¿El año nuevo debe pasarse siempre
en familia o es una celebración para compartir con los amigos? ¿Se debe obligar
a los hijos a quedarse en casa?
Crecer es parte natural de
la vida e inevitablemente, en algún momento, los hijos preferirán hacer planes
con los amigos, ya sea para ir a una fiesta o esperar las 12 a su manera.
Los padres no pueden
forzarlos a quedarse en casa para siempre pero tendrán que decidir cuándo será conveniente
o no darles permiso para celebrar solos. Antes de los 15 años, los adolescentes
aún requieren de supervisión de los adultos y es probable que los padres se
sientan más tranquilos permitiendo que los hijos puedan pasar un rato con los
amigos siempre y cuando permanezcan cerca de casa y vuelvan temprano. Para los
que viven en barrios o condominios que cuentan con seguridad, dejarlos salir al
parque o zona común es una buena opción. Las familias que veranean en alguna
playa tranquila, en la que todos se conocen, pueden también darles más libertad
a sus hijos sin temor.
No obstante, cuando el
balneario es concurrido, hay personas desconocidas y varios locales que venden licor
sin control, es conveniente estar atentos, especialmente con los chicos entre
15 y 18 años.
Los adolescentes están
apresurados por crecer y generalmente se sienten preparados para vivir
experiencias nuevas, comportarse como adultos, aunque aún no tienen la sensatez
y el juicio necesario. El papel de los padres será guiarlos y darles libertad e
independencia en la medida que demuestren madurez.
Dar y recibir regalos

Obsequiar algo es una
convención que se manifiesta en diferentes situaciones, es parte de los ritos
de la sociedad. Se da un regalo cuando es el cumpleaños de una persona, cuando
se casa, se gradúa u otras celebraciones que formar parte de la cultura en la
que se vive. Es una manera de saludar y manifestar nuestra presencia. No por
casualidad se dice “dar un presente” en otros idiomas.
La navidad también es una
fecha en la que se suele dar regalos a otras personas, familiares y amigos
especialmente. Esta tradición se remonta a siglos atrás y probablemente se ha
ido modificando hasta llegar a nuestros días. En navidad cada persona da
regalos y recibe otros de sus seres queridos. Este intercambio, sin embargo, es
más importante de lo que se piensa.
Brindar algo significativo a
otra persona implica no solo desprendimiento sino también el deseo de hacer
feliz a alguien, brindarle bienestar, comodidad y afecto. Es un detalle, un
símbolo que implica mostrarle que lo valoramos.
Por otro lado, recibir un
obsequio permite a las personas tener la posibilidad de experimentar la
gratitud y demostrarla, además de sentirse halagadas y queridas. El hecho de
recibir un regalo, de cualquier tamaño o valor es, en términos generales, una
muestra de que la otra persona se ha tomado el tiempo de pensar en uno y en lo
que podría gustarnos.
Lamentablemente, cuando los
regalos se vuelven una obligación y las personas se sienten presionadas a
comprar alguna cosa por compromiso, los regalos se convierten en detalles
impersonales, dejan de tener significado y son un mera transacción para salir
del paso. Esto puede ocurrir en estas fechas en las que la presión ejercida por
los medios de comunicación masiva y el estilo de vida consumista lleva a todas
las personas a una voracidad por comprar y tenerlo todo.
Los niños son especialmente
vulnerables a este bombardeo comercial. Por ello, es importante trasmitirles la
esencia de regalar y el significado de los obsequios. Se debe enseñarles a
apreciar los regalos que reciben, sean muchos o pocos. No es necesario ni conveniente
darles objetos materiales en exceso. Se aprende a valorar más lo que se posee
cuando se tiene menos.
La otra cara de las fiestas navideñas

Todas las propagandas,
películas y escaparates recuerdan las fiestas y es imposible escapar a la
vorágine que se desencadena. El fin de año trae más movimiento en la casa, el
trabajo y las calles. Se deben terminar informes pendientes o presentar trabajos
finales de curso, asistir a innumerables compromisos (desayunos navideños,
almuerzos de la oficina, lonches del grupo de amigos, etc.) y además darse el
tiempo suficiente para comprar los regalos en medio del tráfico caótico de
diciembre.
¿Es posible lidiar con todo
esto sin perder la alegría y el espíritu festivo? Para algunas personas las
fiestas navideñas se convierten en un mandato. Es casi una exigencia tener una
navidad perfecta y un año nuevo espectacular. Es una fecha que están obligados
a celebrar pero que no pueden disfrutar completamente por los altos niveles de
estrés y la tensión concomitante.
Por ello no es extraño que
algunas personas se sientan abrumadas y presenten síntomas de ansiedad. La
falta de dinero, los problemas en el trabajo o con la pareja pueden causar
desilusión. Unido a ello, el inevitable balance personal del año y las
expectativas no cumplidas pueden llevar a las personas a sentirse frustradas y
sumirlas en emociones nada alegres.
Estar lejos de la familia,
una separación, problemas con parientes o haber perdido a un ser querido
durante el año, provocan que invadan sentimientos de soledad y sumerjan a las
personas en la tristeza.
En este sentido, es posible
que se presenten cuadros de depresión estacional en esta época. Es importante
buscar apoyo de las personas más cercanas, ya sean familiares o amigos. El
soporte emocional que se reciba será fundamental para amortiguar los
sentimientos de tristeza y desencanto. Además, es recomendable organizar las
actividades para no sobrecargarse, destinar un tiempo a hacer ejercicios y
darse el espacio para buscar momentos de relajación, aunque ello implique
perderse algunos eventos. No es saludable exigirse más allá de sus
posibilidades. Recuerde que más importante que alcanzar todos los objetivos y
tener una navidad de película es sentirse tranquilo y disfrutar de estas fechas
con apacibilidad y bienestar.
miércoles, 4 de diciembre de 2013
Desarrollo de la empatía

Juego patológico

La ludopatía se define como un
trastorno de control de impulsos. La persona no resiste la tentación de jugar.
Esta conducta es reiterativa y va en aumento a pesar de las pérdidas económicas
hasta afectar de manera significativa el funcionamiento en todos los aspectos:
personal, familiar, económico, laboral y social.
La búsqueda de ayuda se
retrasa pues la persona cree que tiene el control sobre el juego cuando realmente
es esclavo del mismo. Este pasa de ser ocasional a convertirse en el eje de la
vida de la persona. El jugador patológico atraviesa diferentes fases: ganancia,
pérdida, desesperación y desesperanza. Las apuestas aumentan, se endeudan cada
vez más y a pesar de las pérdidas, no pueden dejar de jugar.
En ese sentido, los síntomas
del juego patológico son similares a los definidos para el abuso de drogas, la
persona no puede refrenar la conducta y sufre de síndrome de abstinencia cuando
no juega, por eso la ludopatía es considerada una adicción sin sustancia, ya
que hay una dependencia hacia una actividad y no a una droga. El juego también provee
fascinación y placer momentáneo pero luego se cae en un estado de angustia que
lleva a volver a jugar y hundirse cada vez más.
El juego compulsivo como cualquier otra adicción pone en riesgo a la
persona porque trae diversas dificultades en su vida.
Si bien no se describe un
perfil de personalidad específico entre los jugadores patológicos se han
descrito algunas patologías psiquiátricas asociadas a este problema como cuadros
de depresión, ansiedad y abuso de sustancias. Es común que la persona busque
ayuda por estos problemas y no mencione su hábito de jugar. También pueden
aparecer o agravarse síntomas depresivos o de ansiedad como consecuencia del
progreso de la ludopatía junto con otros problemas como quiebra financiera,
divorcio, perdida del trabajo e incluso intento de suicidio.
El tratamiento consiste en
lograr la abstinencia de la conducta de juego y la aceptación del problema es
el primer paso para la recuperación. El uso de fármacos y psicoterapia es
recomendable para brindar apoyo al paciente y evitar las recaídas.
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