A pocos días de acabar el
año, la mayoría de personas empiezan a organizar los planes para despedir el
2013 y dar la bienvenida al nuevo año. Grandes y chicos se preparan para quemar
el muñeco, ver los fuegos artificiales, compartir una cena a medianoche o hacer
diversos ritos para que el 2014 traiga prosperidad y éxito en diferentes
aspectos.
Cada familia tiene sus
propias tradiciones para el 31 de diciembre. Algunos acostumbran hacer
diferentes cábalas como dar la vuelta a la manzana corriendo con una maleta en
la mano, comer lentejas, engullir doce uvas o llenarse los bolsillos de arroz.
Los niños y adolescentes suelen disfrutar de estas actividades en familia pero es
común que al llegar a cierta edad, deseen festejar el fin de año con amigos.
¿Qué hacer si los hijos
adolescentes prefieren celebrar fuera de casa? ¿El año nuevo debe pasarse siempre
en familia o es una celebración para compartir con los amigos? ¿Se debe obligar
a los hijos a quedarse en casa?
Crecer es parte natural de
la vida e inevitablemente, en algún momento, los hijos preferirán hacer planes
con los amigos, ya sea para ir a una fiesta o esperar las 12 a su manera.
Los padres no pueden
forzarlos a quedarse en casa para siempre pero tendrán que decidir cuándo será conveniente
o no darles permiso para celebrar solos. Antes de los 15 años, los adolescentes
aún requieren de supervisión de los adultos y es probable que los padres se
sientan más tranquilos permitiendo que los hijos puedan pasar un rato con los
amigos siempre y cuando permanezcan cerca de casa y vuelvan temprano. Para los
que viven en barrios o condominios que cuentan con seguridad, dejarlos salir al
parque o zona común es una buena opción. Las familias que veranean en alguna
playa tranquila, en la que todos se conocen, pueden también darles más libertad
a sus hijos sin temor.
No obstante, cuando el
balneario es concurrido, hay personas desconocidas y varios locales que venden licor
sin control, es conveniente estar atentos, especialmente con los chicos entre
15 y 18 años.
Los adolescentes están
apresurados por crecer y generalmente se sienten preparados para vivir
experiencias nuevas, comportarse como adultos, aunque aún no tienen la sensatez
y el juicio necesario. El papel de los padres será guiarlos y darles libertad e
independencia en la medida que demuestren madurez.
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