Una melodía pegajosa y
repetitiva, los ojos fijos en la pantalla repleta de caramelos multicolores, la
atención enfocada en eliminar gelatinas y uno solo puede pensar: ¿en qué mala
hora me metí a jugar esto? Si usted también ha sido atrapado por Candy Crush,
pasa todos sus momentos libres alineando dulces y cuando deja de jugar
intercambia caramelos en la mente, probablemente se preguntará ¿qué hace a este
juego tan adictivo? Básicamente se trata del mismo proceso que provoca jugar en
el casino, en los videojuegos u otros similares. La gratificación inmediata que
produce ganar y pasar de nivel busca ser repetida constantemente. El refuerzo (ganar
la partida), que se da en un intervalo variable (no sabemos cuándo vamos a lograrlo)
mantiene a la persona tratando una y otra vez hasta conseguir el éxito. Además
se ha señalado que esta urgencia por resolver el juego está relacionada a un
fenómeno llamado “Efecto Zeigarnik” que genera tareas incompletas que necesitan
solucionarse. Otros aspectos influyen también en el mantenimiento de la
conducta de jugar como la obligación de esperar cuando se acaban las “vidas” (lo
que suscita una suerte de síndrome de abstinencia) y la competencia permanente
con los amigos; sin dejar de lado la música que casi hipnotiza. Todo un reto
mantenerse alejado.
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