En EEUU y los países europeos
es común que los jóvenes salgan de casa apenas cumplen la mayoría de edad para
vivir solos. Quedarse con los padres tiende a ser motivo de burla, como ocurre
en una comedia en la que los padres contratan a una novia para que su hijo deje
la casa.
En el Perú, por el contrario,
se estila que los hijos e hijas continúen viviendo con sus padres hasta que forman
una nueva familia. E incluso en esos casos, algunas veces traen a su pareja a
vivir a la casa familiar.
Es cierto que las
dificultades económicas y la falta de oportunidades laborales no dejaban otra
alternativa a los jóvenes durante muchos años. Sin embargo, esta conducta
particular va más allá de un problema de presupuesto. Hoy existen más
oportunidades para trabajar en diferentes rubros que en las décadas pasadas y
la costumbre de vivir con los padres continúa arraigada.
Tampoco se puede atribuir el
hecho a inmadurez o falta de autonomía solamente, aunque en varios casos podría
tratarse de cierto temor a crecer y hacerse cargo de sí mismos. Es más sencillo
estar bajo la protección de los padres, y que ellos mantengan las
responsabilidades domésticas, aunque ello pueda significar tener menos
independencia y privacidad en la vida cotidiana.
Evidentemente no hay un solo
factor causal, cada caso es particular. No obstante, un aspecto que también hay
que tomar en cuenta es el factor social. La cultura patriarcal pone su cuota en
esta costumbre de no dejar la casa familiar. Si bien han cambiado algunos
estereotipos y hay mayor libertad para hombres y mujeres; aún permanecen en el
chip colectivo algunas ideas machistas como que las mujeres deben salir de la
tutela paterna para pasar a la tutela del esposo. Una mujer que se anima a
vivir sola es mirada con sospecha e incluso mal vista en algunos sectores.
Por otro lado, los hombres que
han sido criados para ser atendidos, no se animan a dejar los mimos de la
madre, quien lava, plancha y cocina, para hacerlo todo él mismo. Prefieren
esperar hasta encontrar una mujer que la reemplace y se encargue de él en lo
doméstico.
Ambos sexos están reforzados
por el entorno y generalmente son los mismos padres los que se preocupan por
quién se va a encargar de sus hijos o hijas cuando vivan solos. Felizmente
también hay otros discursos y patrones de crianza que reman hacia otra
dirección porque independizarse económica y emocionalmente de los padres indudablemente
permite un gran crecimiento personal a todos y todas.
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