martes, 18 de mayo de 2010

Extraña experiencia

Estaba sentada un poco adormecida. Mis brazos apoyados a los lados y los pies recostados sobre un tubo de metal a pocos centímetros del suelo. Me incorporo para no dormirme y miro a los lados buscando pistas de lo que me espera. Nunca he tolerado la incertidumbre. Escucho pasos atrás de mí y veo de reojo unas manos con tres bolsas de plástico transparente. Percibo el sonido tenue de las bolsas rompiéndose una a una, luego las siento tocar mis mejillas y me doy cuenta de que las están colocando en mi cabeza, una sobre otra. Empiezo a preocuparme. Todos hemos escuchado en nuestra infancia lo peligroso de las bolsas de plástico, pero me quedo callada intentando ocultar el miedo. Me ajustan las bolsas y empiezo a sentir que me falta el aire, aunque la abertura de éstas deja al descubierto mi nariz. Me fastidia la tirantez y el nudo que hacen debajo de mi mentón. Muevo el cuello intentando acomodarme pero no lo consigo. Siento algo caliente que me quema el cuero cabelludo y luego unos hincones como si estuvieran perforándome el cráneo. Logro ver en el reflejo de un espejo que se trata de una vara delgada de metal, ¿un crochet?, me pregunto espantada. Trato de mantener la calma. Pienso en otra cosa pero los hincones continúan y no puedo concentrarme en nada. Un extraño olor invade el ambiente, una mezcla dulce y ácida que se introduce por las fosas nasales hasta el cerebro. Unas manos me levantan y me conducen a otro lugar, me recuestan y echan un chorro de agua helada. Siento escalofríos recorriendo mis brazos, pecho y piernas. ¿Terminará esto en algún momento? Estoy muy cansada para huir, los párpados me pesan. Abro los ojos y veo unas tijeras que se acercan a mi cuello. De pronto ya no siento la presión en mi garganta y respiro aliviada. Me dejo llevar nuevamente al sillón. Unos jalones en el pelo me hacen llevar la cabeza hacia atrás y pienso que debo estar loca para venir aquí voluntariamente. Una voz me dice que ya me puedo levantar y yo asiento agradecida de haber acabado por fin el martirio. Apoyo las manos en las coderas del asiento y respiro profundo para darme impulso y pararme. Camino hacia un mostrador, pago y salgo de la peluquería.

Dibujo: Adriano 10 años

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