jueves, 31 de enero de 2013

Tus hijos, mis hijos, nosotros


En esta época en la que los divorcios son más comunes que décadas atrás, es más probable que se den nuevas uniones entre personas que ya tienen hijos. Las familias ensambladas se caracterizan por estar formadas por dos personas, en la que una o ambas, tienen hijos de una relación o matrimonio anterior.
Este tipo de familias se enfrentan a retos diferentes que los que se plantean los que se casan por primera vez y sin hijos. Cada uno de los miembros de la pareja ha pasado por una pérdida importante, ya sea una separación amigable, difícil o viudez. Los hijos también han tenido que procesar el divorcio o muerte de uno de los progenitores y cada uno lo habrá enfrentado de manera distinta.
Consolidar una nueva relación en estos términos implica paciencia y tacto. Esto no es fácil, sobre todo al inicio, y puede haber factores que dificulten el proceso como la negativa de los hijos a que el padre (o madre) retome su vida amorosa o las fantasías de que sus progenitores vuelvan a unirse.
Es recomendable asegurarse que todos los miembros de cada familia hayan resuelto los duelos previos para poder adaptarse satisfactoriamente a la nueva estructura familiar. Será imprescindible entonces ponerse en el lugar de los diferentes miembros de la nueva familia y hacer lo posible por satisfacer sus necesidades afectivas. Hay que tomarse las cosas con calma y no apresurar la convivencia.
De hecho, cuando se da el tiempo suficiente para que los hijos se conozcan y se adapten a la pareja de su padre o madre, lo más probable es que se sientan parte de la familia, ganen nuevos hermanos que serán tan queridos como los propios y una figura parental estable que cumpla su rol con cariño.
Por otro lado, la preocupación porque los hijos de ambos se lleven bien no debe impedir fortalecer el vínculo de pareja. La estabilidad de la pareja será lo que permitirá que la familia se constituya de manera sólida.
Algunas pautas básicas para lograr una buena convivencia son establecer reglas justas para todos los miembros de la familia. Trate a los hijos de su pareja con los mismos parámetros que a los suyos, no haga diferencias visibles entre ellos.
Fomente la comunicación, las actividades comunes y solidaridad entre estos. Poner límites claros, así como brindar y recibir el respeto de todos los integrantes de la familia favorecerá una buena convivencia.

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