Es un dicho popular que una imagen vale más que mil palabras. Y es que una imagen puede condensar una diversidad de contenidos y mensajes. Ello también se aplica, en alguna medida, a la imagen personal captada en las fotos, aunque en esta época, sería más exacto decir: “la imagen lo es todo”. Y es que por donde uno mire, la preocupación por la imagen que se proyecta a los demás parece ser lo más importante. La cámara de fotos se ha vuelto un artículo tan esencial como la billetera, el celular o las llaves de la casa; y no es extraño que la red social más famosa se llame “facebook”, algo así como libro de caras. Esta está cada vez más centrada en la publicación de imágenes y las personas invierten una cantidad considerable de su tiempo escogiendo su foto de perfil, de portada y armando sus álbumes de fotos. Cada momento de la vida es retratado y publicado. Cada imagen que se postea expresa emociones, estados de ánimo y actitudes. Las personas se reeditan constantemente y a veces da la sensación de que con cada foto se intenta reconfirmar una y otra vez que el que aparece es uno mismo, reconocerse. Algunos pueblos temían a las fotos porque creían que capturaban el alma de las personas. En la actualidad, en ocasiones, da la impresión de que las fotos intentan evitar que se desvanezca la propia identidad.
*Publicado el 11 de marzo en el segmento Mi Hogar de El Comercio.
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