Durante mucho tiempo se
pensó que los niños no se deprimían. Esta idea se relacionaba con una visión
idílica de la niñez, en la que todo es juego y fantasía, risas e inocencia,
pero lamentablemente no siempre es así.
En los años 40 algunos
estudios como el de Spitz que evaluó a niños hospitalizados empezaron a
identificar características que hacían pensar en la posibilidad de depresión en
los niños. Otros estudios como los de Bowlby y Akerson coincidieron en esta
línea.
La depresión en los niños
puede presentarse en algunos casos de una manera diferente a la de los adultos,
lo que podría enmascararla y hacer difícil su identificación. Si bien algunos
niños pueden mostrar tristeza, abatimiento y expresar lo que están sintiendo,
otros, sobre todo los más pequeños, pueden evidenciar otros síntomas que
podrían confundirse con distintos cuadros clínicos. Por ejemplo algunos niños
pueden presentar trastornos de conducta o agresividad o manifestar recurrentes
molestias físicas como dolores de estómago. Otras veces se quejan continuamente
de que se aburren, lloran o se frustran fácilmente y se observa que casi nada
les causa placer, se alejan de amistades o tienen problemas al dormir.
Según Nissen los síntomas
más comunes en los niños son: dificultades en el contacto interpersonal,
angustia, inhibición, incertidumbre, agresividad, enuresis e insomnio. Sin
embargo, no necesariamente se expresarán todos los síntomas y se debe consultar
a un especialista cualquiera de las señales de malestar o dificultad.
Puede haber varios factores
que se relacionen con la aparición de la depresión. Las situaciones de
precariedad física, material y emocional pueden afectar a los niños, así como
ciertos factores de vulnerabilidad personal. Un apego inseguro con los padres o
dificultades en la relación con estos pueden ser factores predisponentes.
También algunas dificultades como los problemas de atención o aprendizaje
pueden llevar al niño a estar en mayor riesgo de experimentar síntomas
depresivos. Lo mismo ocurre cuando se vive en un ambiente familiar de excesiva
tensión o han experimentado alguna pérdida importante.
Cada niño puede manifestar
señales particulares y por ello es imprescindible que los padres estén atentos
a cualquier cambio en el ánimo, las relaciones interpersonales, la conducta o
el rendimiento para detectar rápidamente cuál es el problema que están
presentando y buscar la ayuda adecuada.
Muy buena información. No había leído antes sobre este problema. Deberías desarrollarlo en otros artículos.
ResponderEliminarMuy interesante. Me gustaría conocer más del tema.
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