Se acerca la Navidad y con
ella se actualizan las historias mágicas sobre personajes como Papá Noel,
duendes que fabrican juguetes y renos que hacen volar trineos. Estas ilusionan
a millones de niños en el mundo que esperan ansiosos la noche buena. La
creencia en un viejo bonachón que trae juguetes es antigua y el mito se ha extendido
a casi todos los lugares del planeta, pero ¿tiene algún sentido creer en Papá
Noel?
La creación de leyendas y
mitos ha sido parte de la historia de la humanidad. Desde siempre las personas han creado
historias mágicas a partir de hechos reales para darle explicación a
acontecimientos diversos.

La inclinación a crear
historias fantásticas está relacionada con una característica esencial de las personas:
el pensamiento mágico. Tendemos a dar explicaciones sobrenaturales a los hechos
y creer que podemos controlar o cambiar acontecimientos mediante diversos
ritos. El pensamiento mágico es la base de las supersticiones, la creencia en
la magia y los horóscopos, por ejemplo. Este tipo de pensamiento no sigue la
lógica sino más bien se basa en algo que está más allá de lo explicable
racionalmente y es parte de nuestro psiquismo.
Los niños son más abiertos que
los adultos al pensamiento mágico, su afán de encontrar respuestas a todo lo
que no entienden los llevan a crear historias fantásticas y también a creerlas
con entusiasmo. Es por ello que una historia como la de Papá Noel resulta tan
atractiva para ellos.
A pesar que ahora se ha
vuelto excesivamente comercial, esta historia, como otras similares, puede ser
útil para trasmitir algunos valores como la bondad y la importancia de dar a
otros.
Por supuesto cada familia
decidirá si mantener el mito de Papá Noel o no; y eventualmente los niños descubrirán
que ese personaje mágico que entrega regalos en todo el mundo en una sola noche
no existe. Entonces ¿Cuál es el sentido? Tal vez solamente tener la oportunidad
de soñar, ilusionarse, imaginar, creer…
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