miércoles, 27 de febrero de 2013

Adolescencia, desarrollo social y padres


La adolescencia es una etapa de transición entre la niñez y la adultez que plantea diversos retos para los que la atraviesan y los padres de estos. Chicos y chicas deben adaptarse a los diferentes cambios que les ocurren (físicos, cognitivos, emocionales) y lograr cumplir con una serie de tareas que plantea acceder al mundo adulto. Los padres, por otro lado, deben modificar sus pautas de crianza y adaptarse al cambio de necesidades de sus hijos.
Elizabeth Hurlock en su clásico libro Psicología del Desarrollo plantea varias tareas evolutivas que los adolescentes deben cumplir al terminar esa etapa. Algunas de ellas son: cumplir un rol masculino o femenino, establecer relaciones nuevas y más maduras con pares de ambos sexos, alcanzar la independencia emocional de los padres y otros adultos, convencerse del valor de la independencia económica, elegir una ocupación y prepararse para ella, lograr una conducta socialmente responsable e incorporar valores y un sistema ético que guíen el comportamiento.

Si bien no son las únicas tareas que plantea la autora, hay una clara orientación a los logros en el aspecto social, ya que los cambios en este ámbito son centrales para los jóvenes, y quizás, los que plantean mayores retos para el vínculo con los padres. Los y las adolescentes salen del entorno familiar seguro y se abren a las relaciones sociales y a la independencia familiar. Las fiestas, reuniones y otras actividades sociales ocupan la vida de los jóvenes. Los padres que siempre supervisaron y administraron el tiempo de sus hijos se ven obligados a otorgar permisos y dejar ir a sus “pequeños” con dudas y temor. No obstante, el rol de los padres es ese, facilitar el logro de la autonomía de sus hijos.

¿Cuántos permisos dar, qué permitir y qué no? Eso dependerá de cada familia y de los acuerdos que se establezcan entre padres e hijos. No obstante, hay que tomar en cuenta que si los padres niegan tajantemente las salidas y con ello, la posibilidad de independencia de los hijos, estos pueden volcarse contra ellos y distanciarse; lo que podría poner a los jóvenes en situaciones de mayor riesgo. Por otro lado, una total libertad puede hacerlos sentir dueños absolutos de su vida pero también los deja a la deriva en un momento en que aún necesitan guía y supervisión. Por ello, se debe ser flexible. Lo ideal es ir acomodándose a los cambios y necesidades que se van presentando y los retos que van apareciendo en la crianza. Tome en cuenta que mientras más confianza haya, más posibilidad de lograr una buena comunicación y negociación entre ambas partes. Además, si se ha establecido una relación cercana con los hijos desde la niñez, lo más probable es que sea relativamente sencillo atravesar los baches que se presenten en el camino a la madurez. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario