jueves, 23 de agosto de 2012

El valor de la disciplina


Cuando se piensa en la palabra disciplina usualmente se la relaciona con el rigor, el castigo o una educación rígida. Ciertamente durante mucho tiempo fue de esa manera. La frase: “La letra con sangre entra” refleja el estilo educativo que imperó hasta hace poco tiempo y que señalaba que el castigo físico era la única manera efectiva para educar a los niños.
Sin embrago, disciplina es mucho más que castigar malos comportamientos y “enderezar” a la fuerza a la gente. Implica más bien, enseñar, guiar y formar a una persona.

El diccionario de la Real Academia define el concepto “disciplina” en primer lugar como doctrina o instrucción de una persona, especialmente en lo moral. Es decir, consiste en la enseñanza de normas y reglas de comportamiento. Entre ellas, los hábitos saludables para cuidar de uno mismo y poder convivir con otras personas. Los padres son los primeros que imparten la disciplina en el ámbito familiar y luego el niño tendrá que añadir a las normas de casa, las de la escuela y, más adelante, las de otras instituciones o grupos en los que participe.
El objetivo de la disciplina es que la persona incorpore reglas básicas de comportamiento que le permitan desenvolverse satisfactoriamente en cualquier situación de la vida diaria. Seguir las reglas establecidas es imprescindible para vivir en sociedad. Además una buena disciplina también permitirá al niño desarrollar  todo su potencial en algún área específica, en una labor, una profesión o deporte. Es imprescindible ser ordenado, constante y tener fuerza de voluntad para lograr lo que uno se propone en cualquier meta que se quiera alcanzar. De eso se trata la disciplina aunque por supuesto no es una tarea fácil.
Durante la niñez la disciplina estará a cargo de los padres y es necesario que sea consistente y permanente para que los niños puedan incorporar las normas y los hábitos adecuados. Si ello se realiza con éxito, más adelante la disciplina será parte de sus vidas y podrán lograr el orden y la organización necesaria en lo que emprendan.
Si bien es difícil lograr que los niños cumplan con las normas de conducta en muchas ocasiones, la disciplina no necesariamente debe relacionarse con el castigo, por el contrario, puede ser más efectiva si se basa, en lo posible, en el refuerzo de conductas adecuadas y solo se castigan las conductas inadecuadas de manera constructiva. Es decir quitando un privilegio (como ver televisión o usar la computadora). Los castigos físicos y los insultos, por el contrario, solo traerán consecuencias negativas en la salud mental de los niños.

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