Todas las personas, en mayor
o menor medida, son ambiciosas. ¿Quién no quiere más de lo que tiene? La
ambición puede ser una característica positiva si ayuda a la persona a mejorar
y a lograr metas personales, académicas, laborales u otras. Sin embargo, es
necesario entender que todos tienen ciertas limitaciones y hay barreras que no se
pueden cruzar. Entender ello es saludable y es parte de tener madurez
emocional. En los primeros meses de vida, el bebe cree que lo puede todo y que su
poder es ilimitado. Cuando tiene hambre recibe alimento, es abrigado cuando
siente frío y abrazado cuando lo necesita. Ello lo hace pensar que es él mismo
el que cubre sus necesidades. Esta fase de omnipotencia infantil va disminuyendo
cuando el niño va percibiendo, gracias a ciertos retrasos en la satisfacción de
sus impulsos, que depende de la madre y logra establecer un vínculo más real
con ella. Más adelante irá aprendiendo poco a poco, que tiene límites, tanto
corporales como sociales, que no puede trasgredir, que debe respetar reglas,
tiempos y sobre todo a otras personas, que tienen las mismas necesidades que él
y el mismo derecho de lograr lo que desean. Se puede querer todo pero no se
puede pasar sobre los demás.
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