jueves, 23 de agosto de 2012

Nunca ignore las amenazas


En algunas ocasiones los niños o adolescentes pueden recurrir a amenazas cuando se sienten impotentes frente a un problema o situación desventajosa. Esta conducta puede ser una reacción frente al rechazo, a un ataque o la percepción de algún daño de compañeros, maestros o familiares. No obstante,  generalmente las amenazas van dirigidas hacia los padres que son los que aplican la disciplina e imponen las reglas de conducta.
Si bien la mayoría de amenazas son parte de un arrebato de rabia en una situación específica y generalmente no se llevan a cabo, no se deben pasar por alto en ningún caso, ya que podrían ser indicio de un problema mayor que puede colocar en riesgo al niño o adolescente. Es imprescindible, entonces, hablar con ellos para evaluar qué está pasando y ahondar en el posible problema.
La Academia Americana de Psiquiatría de Niños y Adolescentes recalca que hay ciertas amenazas que nunca deben ser desestimadas en los menores como los avisos de que van a destruir alguna propiedad, que van a irse de casa, que les harán daño a alguien o que van a hacerse algún daño a sí mismos. En estos casos será necesario buscar ayuda profesional y realizar una evaluación psicológica para valorar el asunto.
Esto será imprescindible cuando hayan además, antecedentes de haber cumplido amenazas previas. A pesar de que no es posible predecir una conducta, el comportamiento previo puede ser una buena pista sobre lo que se puede esperar del niño o adolescente.
En ese sentido, algunas características del niño y adolescente pueden actuar como factores de riesgo para llevar a cabo una amenaza como comportamientos violentos previos, dificultad para controlar los impulsos, problemas de disciplina en la escuela o comportamiento delictivo, intentos de suicidio o amenazas sobre ello, uso de alcohol o drogas, relaciones interpersonales pobres o aislamiento social, entre otras.
Entre los factores de riesgo asociados al entorno, se debe tener en cuenta principalmente la violencia familiar que puede llevar al niño o adolescente a buscar escapar de la casa o hacerse daño, como un intento desesperado de salir de esa situación.
Por otro lado, la supervisión cercana de los padres, así como el respaldo de estos en las dificultades de los menores y la satisfacción de sus necesidades emocionales serán los mejores factores protectores frente a posibles situaciones de riesgo y amenazas.

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