Los amigos son importantes
en todas las etapas de la vida. Acompañan, brindan soporte emocional y pueden
convertirse en personas tan importantes como los propios familiares. Esto es
particularmente cierto en la adolescencia. Durante esta etapa la relación con
los amigos es fundamental. Están transitando entre dos mundos: el infantil
(ligado a la dependencia de los padres y las reglas de estos) y el adulto (en
el que tendrán que ser independientes, responsables de sus actos y de sí
mismos). Los jóvenes sienten, en muchas
ocasiones, que no pertenecen a ninguno de estos dos mundos y pueden sentirse
incomprendidos.
Los amigos, que están
pasando por el mismo proceso, se vuelven los confidentes y les proveen de modelos
identificatorios que los ayudan a encontrar respuestas a las preguntas que se
plantean como quiénes son, qué quieren ser, hacia dónde se dirigen.
Es por ello que da la
impresión que los adolescentes están orientados solo al exterior, a lo social;
y ello puede hacerlos vulnerables de seguir al grupo en cualquier circunstancia.
Es común, además, que durante esta etapa pueden probar diferentes identidades
hasta consolidar la propia. Así no es extraño ver a grupos de adolescentes que
comparten características similares y adoptan ciertas conductas comunes.
Erikson plantea que los jóvenes pueden ensayar diferentes papeles y roles
cuando se encuentran en la búsqueda de su identidad. En algunos casos, pueden
adoptar lo que él llama “identidades negativas” en el trascurso de buscar ser
únicos y originales. Ello puede asustar a los padres que ven en los amigos una
mala influencia.
Sin embargo, es importante
tomar ello como una fase y acompañarlos en esta, manteniendo un buen vínculo
afectivo con ellos. Es importante que los adolescentes sepan que los padres
permanecen presentes y pueden acogerlos cuando lo necesiten, aunque prefieran
casi siempre la compañía de los amigos.
Ello implica también tratar
de ser objetivos y poner límites cuando sea necesario, no sobreprotegerlos. Algunos
padres tienden a disculpar cualquier conducta de sus hijos señalando: “Mi hijo
no es así, son los amigos los que lo inducen” y buscan alejarlo de los
compañeros. No obstante ello puede ser contraproducente y dificultar o empeorar
la relación con los padres. Si fuera así, es preciso replantearse por qué el
hijo se deja influir y no logra actuar de acuerdo a sus propios valores. Es
necesario ayudarlos a desarrollar su propio criterio y a ser asertivos para poder
afrontar las situaciones de presión grupales y no simplemente culpar a los
amigos como la fruta que pudre a las demás.
PITO :v
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