Es frecuente escuchar las
quejas de las madres acerca de las rabietas de sus hijos pequeños. “Me saca de
quicio”, “No entiendo por qué lo hace” suelen decir impotentes. Es necesario
respirar hondo, mantener la calma y tener paciencia para manejar estas
situaciones. Las rabietas suelen
presentarse en niños entre 2 y 4 años y expresan, en general, la dificultad del
pequeño para modular sus impulsos y responder adecuadamente a una situación que
lo frustra. Por supuesto, cada niño tendrá una menor o mayor probabilidad de
hacer rabietas en función de su temperamento y el monto impulsivo innato que
posea, pero en general, el lenguaje, todavía escaso a esa edad, dificulta que
el niño pueda expresar lo que siente de manera apropiada y por ello tenderá a expresar
con su cuerpo (llanto, movimientos, agresividad), todo lo que no le es posible
poner en palabras. El hambre, el cansancio o algún malestar pueden exacerbar
también esta conducta. Es imprescindible que los padres puedan entender qué
puede estar detrás de la pataleta para darle la contención emocional necesaria.
Estos deberán actuar como una suerte de traductores de lo que el niño está
sintiendo para ayudarlo a calmarse. Así irán aprendiendo a identificar sus
emociones y comunicarlas efectivamente.
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