Mensajes de texto
humillantes o amenazadores, videos o fotos subidas a internet para dejar a
alguien en ridículo o páginas de redes sociales creadas exclusivamente para
molestar a una persona y promover que otros hagan escarnio de ella, son algunas
modalidades del acoso psicológico cibernético (Cyberbullying en inglés). Este
se da entre niños y adolescentes, igual que el acoso directo pero se distingue
porque el hostigamiento se produce a través de medios tecnológicos: internet y
celulares principalmente. Es decir, el acoso es mediato, virtual, creando una
distancia emocional entre víctima y victimario, que promueve generalmente
niveles más altos de abuso, porque además, los abusadores pueden esconderse en
el anonimato, creando perfiles ficticios para subir contenido a la red sin ser
descubiertos. Otros jóvenes pueden participar en el acoso compartiendo o
comentando las publicaciones, lo que minimiza la responsabilidad individual
diluyéndola en la masa virtual acosadora. Las víctimas suelen sufrir en
silencio, se deprimen y afectan su autoestima gravemente. Generalmente no se
atreven a contar lo que les sucede y ello se complica aún más, porque para
muchos adultos la familiaridad con la informática e internet es limitada. Para
prevenir, es imprescindible que los padres se involucren más en las vivencias
de sus hijos y conozcan más de cerca los medios que utilizan cotidianamente.
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