Los niños, igual que cualquier
adulto, se enfrentan a situaciones adversas que ponen en jaque sus recursos
personales. Con su escasa edad y experiencia, deben enfrentarse a momentos difíciles
en ocasiones como la muerte de un familiar, el divorcio de sus padres o una
enfermedad crónica. Sin embargo, algunas características permiten hacer frente
a las dificultades y recuperarse de una situación crítica. Ello se llama
capacidad de resiliencia. Ahora, ¿Es posible promoverla? Efectivamente. Grotberg
elaboró un modelo para identificar las actitudes necesarias para favorecer la
capacidad de recuperarse de la adversidad. Estas incluyen tres áreas: el
fortalecimiento del ambiente social, los recursos personales del niño y sus
habilidades sociales. En primer lugar será necesaria la aceptación
incondicional del niño, así como un vínculo estable con los padres u otras
personas significativas; además brindarle apoyo, cuidado y un ambiente con
reglas claramente establecidas. Dentro de los recursos personales, el
desarrollo de la autoestima, la autonomía, el control de impulsos y la empatía;
serán imprescindibles. Asimismo el optimismo y el sentido del humor actuarán
como factores favorecedores de resiliencia. También desarrollar habilidades
sociales satisfactorias y estrategias de afrontamiento para resolver los
problemas satisfactoriamente. Por último, será importante darle sentido y
significado al sufrimiento. Es decir, ayudarlo a elaborar la experiencia y
seguir adelante.
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