El consumo de alcohol es un
problema de salud pública, ya que afecta a un gran porcentaje de la población.
Esto se debe principalmente a que es una droga legal y socialmente aceptada. El
exceso en el consumo trae diversas consecuencias negativas a la salud y puede
ser fatal en muchos casos, sobre todo si se toma en cuenta los accidentes
automovilísticos que puede provocar.
En el caso de los menores de
edad, se debe considerar, además los graves daños físicos que interfieren en el
proceso de desarrollo. No hay que olvidar que estos aún no han completado su
crecimiento y madurez, el cerebro sigue en proceso de desarrollo, al igual que
otros órganos, que pueden ser afectados directamente por el alcohol.
Por ello, la campaña para recomendar
a los lugares públicos a no vender bebidas alcohólicas a menores de edad es imprescindible.
Su objetivo es sensibilizar a la población sobre la importancia de evitar el
consumo de licores en menores y promover la responsabilidad en la venta de
alcohol.
Es un paso importante y
necesario pero ¿qué pasa con las “otras campañas” más constantes y persuasivas
que más bien invitan a tomar alcohol? La publicidad vende muy provocativamente
los productos y los spots publicitarios de las bebidas alcohólicas son bastante
persuasivos en este sentido. La asociación de bebidas alcohólicas con efectos
positivos está siempre presente en los anuncios comerciales. Tomar alcohol se relaciona
siempre con fiestas, aventuras, buen rato con amigos, éxito con el sexo
opuesto, etc. Se ofrece todo lo que los adolescentes pueden desear: libertad,
autonomía, desinhibición, seguridad, alegría, celebración; y luego se estampa
un cartel que prohíbe la venta a menores de edad. Es casi como enseñarle un
chupete a un niño y luego decirle que no puede comerlo.
Por supuesto, el problema es
complejo y la eliminación de la publicidad no basta para erradicarlo, pero
modificar el mensaje orientándolo a un consumo responsable, en vez de invitar a
una fiesta desenfrenada, tal vez ayudaría a evitar que los adolescentes se vean
tentados a consumir alcohol. Lo mismo es aplicable a lo que podríamos llamar la
“campaña del hogar”. Es difícil disuadir a los menores de tomar bebidas alcohólicas
si ven a sus padres o familiares haciéndolo en exceso en cada reunión o día
libre. Es imprescindible ser consecuente con el mensaje que se da, ya que los
hijos aprenden principalmente de las conductas que observan. En conclusión, todas
las “campañas” deben ir en la misma dirección para que el mensaje sea
consistente y tenga un impacto real en los jóvenes.
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