jueves, 14 de junio de 2012

¿Campañas en conflicto?


El consumo de alcohol es un problema de salud pública, ya que afecta a un gran porcentaje de la población. Esto se debe principalmente a que es una droga legal y socialmente aceptada. El exceso en el consumo trae diversas consecuencias negativas a la salud y puede ser fatal en muchos casos, sobre todo si se toma en cuenta los accidentes automovilísticos que puede provocar.
En el caso de los menores de edad, se debe considerar, además los graves daños físicos que interfieren en el proceso de desarrollo. No hay que olvidar que estos aún no han completado su crecimiento y madurez, el cerebro sigue en proceso de desarrollo, al igual que otros órganos, que pueden ser afectados directamente por el alcohol.
Por ello, la campaña para recomendar a los lugares públicos a no vender bebidas alcohólicas a menores de edad es imprescindible. Su objetivo es sensibilizar a la población sobre la importancia de evitar el consumo de licores en menores y promover la responsabilidad en la venta de alcohol.

Es un paso importante y necesario pero ¿qué pasa con las “otras campañas” más constantes y persuasivas que más bien invitan a tomar alcohol? La publicidad vende muy provocativamente los productos y los spots publicitarios de las bebidas alcohólicas son bastante persuasivos en este sentido. La asociación de bebidas alcohólicas con efectos positivos está siempre presente en los anuncios comerciales. Tomar alcohol se relaciona siempre con fiestas, aventuras, buen rato con amigos, éxito con el sexo opuesto, etc. Se ofrece todo lo que los adolescentes pueden desear: libertad, autonomía, desinhibición, seguridad, alegría, celebración; y luego se estampa un cartel que prohíbe la venta a menores de edad. Es casi como enseñarle un chupete a un niño y luego decirle que no puede comerlo.
Por supuesto, el problema es complejo y la eliminación de la publicidad no basta para erradicarlo, pero modificar el mensaje orientándolo a un consumo responsable, en vez de invitar a una fiesta desenfrenada, tal vez ayudaría a evitar que los adolescentes se vean tentados a consumir alcohol. Lo mismo es aplicable a lo que podríamos llamar la “campaña del hogar”. Es difícil disuadir a los menores de tomar bebidas alcohólicas si ven a sus padres o familiares haciéndolo en exceso en cada reunión o día libre. Es imprescindible ser consecuente con el mensaje que se da, ya que los hijos aprenden principalmente de las conductas que observan. En conclusión, todas las “campañas” deben ir en la misma dirección para que el mensaje sea consistente y tenga un impacto real en los jóvenes. 

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