La violencia doméstica es un
problema extendido en el Perú pero puede pasar desapercibida para el entorno social
cercano, especialmente cuando se presenta como maltrato psicológico. Unido a
ello, muchas mujeres permanecen en una situación de violencia doméstica,
sufriendo agresiones verbales y amenazas cotidianas porque no cuentan con los
medios económicos para mantenerse, temen que les quiten a sus hijos (amenaza
que generalmente es parte de la violencia psicológica que viven) o creen que privar
a sus hijos de la presencia del padre sería un daño mayor para ellos.
Sin embargo, los efectos de
la violencia doméstica en los niños y adolescentes pueden ser más negativos. Es
preferible tener padres separados que no se agredan a una familia inmersa en
una batalla permanente.
En ese sentido, se han
descrito diferentes síntomas que pueden presentar los hijos que están expuestos
a la violencia ejercida contra uno de los padres, generalmente la madre, en
casi el 90% de los casos.
Los niños más pequeños
muestran irritabilidad, sentimientos de culpa por lo que ocurre, temores,
síntomas somáticos variados y constantes, regresión a etapas más tempranas,
enuresis, problemas de sueño y retraimiento. Los niños mayores pueden expresar
agresividad con otras personas, comportamiento rebelde o retraimiento,
desconfianza y baja autoestima. Algunos adolescentes pueden huir del hogar, iniciar
el consumo de drogas o realizar actos delincuenciales.
Se ha encontrado además
algunas diferencias de género entre los efectos de la violencia. Mientras los
niños tienden a mostrar conductas hostiles o huyen de casa, las niñas generalmente
se guardan la angustia, no muestran externamente lo que están viviendo y buscan
proteger a sus hermanos menores y a su madre. Otros síntomas que pueden
presentarse en todos los casos son dificultades para adaptarse al colegio, problemas
para establecer relaciones interpersonales, aislamiento, depresión y altos
niveles de ansiedad.
Los daños emocionales se dan
a corto y largo plazo; y es imprescindible que se elimine la situación de
violencia y se trabaje activamente para reparar los efectos psicológicos que se
presentan, ya que uno de los riesgos más preocupantes a largo plazo es que el
ciclo de violencia continúe y se transmita generacionalmente. Los niños que han
observado el maltrato entre sus padres tendrán más probabilidades de tratar así
a sus parejas cuando sean adultos. Las niñas por su lado, pueden aprender que
la violencia es parte natural de sus vidas, haciéndolas más vulnerables a esta en
el futuro.
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