domingo, 24 de junio de 2012

Sostener y conversar


La agresividad es un impulso innato en el ser humano. Si un bebe no llora por alimento, no podrá sobrevivir; y más adelante, puede ser imprescindible como defensa ante una amenaza grave en una situación extrema. Sin embargo, para convivir en sociedad es necesario modular el monto de agresividad y ello es un aprendizaje que se va adquiriendo desde los primeros años. Todos los niños en algún momento han expresado sus impulsos agresivos frente a otros, mediante gritos, golpes o destrucción de objetos. Algunos niños pueden tender a expresar agresividad más que otros y ello dependerá no solo del temperamento propio sino de diversos factores del entorno familiar y escolar, así como experiencias y procesos internos relacionados a su etapa de desarrollo. Generalmente, la agresión aparece cuando no es posible expresar por otras vías el disgusto, la rabia o la frustración. A medida que crecen, las personas van aprendiendo a poner en palabras las emociones que experimentan pero durante la niñez es necesario que se ayude a los niños en este proceso sosteniéndolos con cariño y calmándolos para entender qué está provocando esa reacción. Es conveniente conversar con ellos sobre sus emociones para que puedan expresarlas verbalmente. Lo más importante es mantener la serenidad y no reaccionar violentamente en ningún caso.

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