sábado, 11 de agosto de 2012

Búsqueda de identidad e influencia de los amigos


Los amigos son importantes en todas las etapas de la vida. Acompañan, brindan soporte emocional y pueden convertirse en personas tan importantes como los propios familiares. Esto es particularmente cierto en la adolescencia. Durante esta etapa la relación con los amigos es fundamental. Están transitando entre dos mundos: el infantil (ligado a la dependencia de los padres y las reglas de estos) y el adulto (en el que tendrán que ser independientes, responsables de sus actos y de sí mismos).  Los jóvenes sienten, en muchas ocasiones, que no pertenecen a ninguno de estos dos mundos y pueden sentirse incomprendidos.

Los amigos, que están pasando por el mismo proceso, se vuelven los confidentes y les proveen de modelos identificatorios que los ayudan a encontrar respuestas a las preguntas que se plantean como quiénes son, qué quieren ser, hacia dónde se dirigen.
Es por ello que da la impresión que los adolescentes están orientados solo al exterior, a lo social; y ello puede hacerlos vulnerables de seguir al grupo en cualquier circunstancia. Es común, además, que durante esta etapa pueden probar diferentes identidades hasta consolidar la propia. Así no es extraño ver a grupos de adolescentes que comparten características similares y adoptan ciertas conductas comunes. Erikson plantea que los jóvenes pueden ensayar diferentes papeles y roles cuando se encuentran en la búsqueda de su identidad. En algunos casos, pueden adoptar lo que él llama “identidades negativas” en el trascurso de buscar ser únicos y originales. Ello puede asustar a los padres que ven en los amigos una mala influencia.
Sin embargo, es importante tomar ello como una fase y acompañarlos en esta, manteniendo un buen vínculo afectivo con ellos. Es importante que los adolescentes sepan que los padres permanecen presentes y pueden acogerlos cuando lo necesiten, aunque prefieran casi siempre la compañía de los amigos.
Ello implica también tratar de ser objetivos y poner límites cuando sea necesario, no sobreprotegerlos. Algunos padres tienden a disculpar cualquier conducta de sus hijos señalando: “Mi hijo no es así, son los amigos los que lo inducen” y buscan alejarlo de los compañeros. No obstante ello puede ser contraproducente y dificultar o empeorar la relación con los padres. Si fuera así, es preciso replantearse por qué el hijo se deja influir y no logra actuar de acuerdo a sus propios valores. Es necesario ayudarlos a desarrollar su propio criterio y a ser asertivos para poder afrontar las situaciones de presión grupales y no simplemente culpar a los amigos como la fruta que pudre a las demás.

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